Elías le dio un beso en la mejilla y la arropó antes de volver a su trabajo. Marina durmió hasta las cinco de la tarde, pero seguía sintiéndose cansada. Desde hacía poco, siempre se sentía somnolienta y no sabía por qué. Tocó la cabecera de la cama por costumbre y la encontró vacía. Entonces escuchó el suave sonido del teclado fuera de la habitación y vio una montaña de ropa que ya estaba bien doblada al lado de la cama, «bueno, ¡es más considerado de lo que pensaba!».
Elías seguía ocupado con su trabajo cuando ella salió de la habitación. No lo interrumpió y se dejó caer en el sofá con su móvil. La habitación estaba en silencio y solo se escuchaban crujidos de papeles.
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