Aunque Paulina se convirtiera en cenizas, Elías sería capaz de reconocerla. Con los dientes apretados, Elías miró con odio a Paulina en el suelo. La frialdad de sus ojos se hizo más intensa, pues se moría de ganas de hacerla pedazos. Elías apretó los puños y soltó sus dientes apretados. A continuación, una voz profunda y fantasmal surgió en el aire.
—¡Te busqué por todas partes, Paulina!
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