Alan y los ejecutivos los observaban al otro lado del video. Una niña se arrastró a los brazos de Elías y se sonó la nariz en su caro traje. Todos respiraron profundo. Su jefe siempre había sido un maniático del orden. Incluso le daba asco el polvo, por no hablar de los mocos. Pensaron que Elías perdería los nervios, pero en lugar de eso, acarició con cariño la cabeza de la niña.
Sin mirar su propia ropa sucia, ayudó a limpiar la nariz de Tatiana con una habilidad practicada. Sin embargo, la niña no dejó de frotarse contra Elías. Su pulcra ropa se arrugó por todas partes. A Elías no le importó y preguntó con suavidad:
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