Capítulo 415 Un verdadero hombre no juega sucio
Era el día siguiente. Se oían las campanadas de la campana de viento que colgaba del techo mientras los rayos de sol iluminaban la habitación. Mientras el viento soplaba con suavidad, los mechones de cabello de Hilda bailaban al viento. Incluso estaba preciosa cuando estaba dormida. Bajando la cabeza para echar un vistazo a su reloj, Matías empezó a contemplar si le había dado una sobredosis de drogas al ver que aún no se había despertado.
Se puso un traje impecable que no tenía ni una sola arruga. Miraba atento a la mujer que seguía inconsciente. Hilda nunca pensó que la drogaría ayer, y Matías solo ganó porque tenía el elemento sorpresa.
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