Capítulo 14 Sólo un acto
Se quedó atónito al ver aquello. En ese momento, Antonio ya se había levantado en toda su estatura y tomó el saco negro que estaba a un lado antes de salir de la habitación.
Mientras Maira salía del Club Paraíso, se preguntaba si la medicina para la fiebre que había tomado era efectiva, ya que aún sentía malestar en la cabeza. Por ello, se dirigió a la recepción y se sentó allí para descansar.
Tocó su frente que estaba ardiendo. Cuando pensó en descansar un rato más antes de irse, un grupo de personas entró en el club mientras un hombre con un traje gris los guiaba. Sus patillas bien recortadas le hacían parecer frío. Además, su rostro apuesto, pero impasible, era uno que ella conocía bien.
«Nunca pensé que Simón vendría también con sus amigos de la infancia al Club Paraíso».
Era evidente que cada uno de ellos era asiduo al Club Paraíso y tenía a una mujer sexy entre sus brazos cada uno, pero aquella a la que abrazaba Simón era algo más tímida. Llevaba un vestido blanco y su maquillaje era el apropiado. Cuando se acurrucó en su abrazo, parecía dócil y débil.
A Maira le sorprendió lo que vio y se levantó de inmediato, pero antes de que pudiera girarse, alguien del grupo de Simón se fijó en ella y le dijo algo. Entonces, el rostro de Simón se ensombreció al instante. Tras soltar a la mujer que tenía abrazada, se dirigió a Maira con una expresión de desagrado en el rostro.
En ese momento, Maira tomó su bolso del sofá y se dispuso a salir del club por la otra salida. En ese momento, alguien le sujetó la muñeca por detrás.
—¿Qué demonios haces aquí?
Simón ya estaba detrás de ella. Habló con voz fría, pero ella solo sintió el dolor en sus manos por su agarre. Se giró para mirarlo con indiferencia y miró de reojo a la mujer vestida de blanco, que los miraba malhumorada.
«¡Hace que parezca que soy la amante en esto!».
Sonrió en tono de burla.
—Mi motivo para estar aquí es el mismo que el tuyo.
La expresión de Simón cambió al momento, mientras su mirada se volvía mucho más aguda.
—Dijiste que tenías algo planeado para esta noche... ¿y eso no es otra cosa que enredarte en Paraíso?
«¿Enredarme?».
Maira sonrió, pero había una cálida humedad en sus ojos.
—¿Por qué? ¿Eres el único que puede divertirse con otras mujeres aquí? ¿Y yo no puedo hacerlo también? Simón Chávez, ¿por qué tienes derecho a juguetear con otra mujer todos los días, y sin embargo se espera que yo me mantenga fiel a nuestro matrimonio? ¿Has pensado alguna vez en mis sentimientos cuando estás con otras mujeres?
Tal vez las palabras de Estela de aquella noche habían provocado que Maira se pusiera sensible; ya no podía controlar sus emociones. En cuanto recordó la forma en que Simón la miraba con odio incluso después de haber esperado en silencio su regreso durante dos años, no pudo soportarlo más.
Sin embargo, él solo pensó que ella estaba celosa de la mujer que abrazaba antes, así que, sin proponérselo, suavizó su expresión, aunque su voz seguía rígida.
—Esa mujer... Ella es sólo una actuación. Ni siquiera la conozco.
—Como sea...
Junto con el dolor de cabeza y el mareo que tenía, Maira se sintió decepcionada en ese instante y apartó con fuerza las manos de Simón. Cuando una oleada de mareos la invadió, casi perdió el equilibrio. Sin embargo, él la atrapó justo a tiempo y frunció el ceño al ver su rostro sonrojado.
—¿Tienes fiebre? Te enviaré de vuelta.
—¡No te molestes!
El rostro de Simón se ensombreció.
—¡Maira, no me empujes a mis límites!
Maira volvió a sacudir sus manos, pero esta vez con lágrimas y risas.
—¡Soy una mujer tan poco razonable! ¿Por qué no consuelas a tu otra mujer? Apuesto a que lleva mucho tiempo esperándote impaciente.
Fue tal vez por la desesperación en sus ojos lo que influyó en Simón. Su respiración se aceleró al querer ayudarla a ponerse en pie de nuevo, pero su móvil sonó en ese momento.
Maira apartó la mirada y sacó su móvil. Respondió a la llamada sin siquiera echar un vistazo a quien la llamaba.
—Hola. ¿Quién es? —Había un sollozo en su voz, pero lo disimuló bien con su tono. Tras recoger su bolso, salió del Club Paraíso, ante el silencio de Simón.
—Señorita Sierra, soy el secretario del Director Hernández, León. Ya nos conocemos. —Al otro lado del teléfono, un escalofrío recorrió la columna vertebral de León mientras aparentaba ansiedad al hablar con Maira a través del teléfono frente a su Director.
—León, ¿hay algo en lo que pueda ayudarle? —Enseguida logró recomponer sus emociones y preguntó en voz baja.
Con la brisa nocturna, se dirigió a su auto en el estacionamiento con una sensación de pesadez en la cabeza, pero su cuerpo se sentía como si pesara una pluma. Cuando de repente recibió su llamada, pensó que estaba relacionada con el Proyecto Bahía del Sol.