Capítulo 3 Antonio Hernández, un hombre de ensueño
Cuando Maira se despertó a la mañana siguiente, miró aturdida la habitación vacía.
Había cumplido veinticuatro años el día anterior. Seguro a Simón se le había olvidado o tal vez nunca se comprometió a recordar su cumpleaños. Compró flores para otra mujer, pasó la noche con ella y dejó a Maira sin más que un gesto de frialdad.
Maira bajó las escaleras después de vestirse y fue recibida por una alegre Eva.
—¡Maira, llegas justo a tiempo para el desayuno!
Eva era quizá la gracia salvadora de Maira en la familia. Como no quería parecer triste delante de ella, Maira asintió y se sentó en el comedor.
—Maira, sé que estás disgustada por la forma en que Simón se comportó anoche, pero por favor no estés triste; siempre estoy de tu lado. Estoy segura de que algún día se dará cuenta de que eres la mujer con la que debería pasar el resto de su vida.
Maira sintió que las lágrimas pinchaban sus ojos, pero se contuvo. Eva suspiró y puso un par de cubiertos en las manos de Maira.
—Deberías comer, querida. Simón se fue temprano para atender un par de cosas, así que le pediré al chofer que te deje en el trabajo más tarde.
Justo cuando Eva dijo eso, Greta entró en el comedor con el periódico del día en la mano.
—Señora, aquí está el periódico que pidió.
Greta acababa de colocar el periódico en la mesa del comedor cuando Eva echó un vistazo a las noticias de la primera página. El rostro de Greta decayó, pero ya era demasiado tarde para que se llevara el periódico.
Maira se puso rígida al fijar su mirada en el titular. Debajo había una foto de Simón besando a cierta joven celebridad y estaba tomada frente a un hotel. Está claro que anoche ni siquiera llegó a casa.
—Maira...
—Gracias por el desayuno, mamá. Ahora tengo que ir a trabajar —interrumpió Maira de forma estoica mientras se levantaba de su asiento.
Agarró su bolso y se dirigió a la puerta. Incapaz de responder a tiempo, Eva se quedó de pie junto a la puerta y observó cómo su nuera se alejaba.
Greta se disculpó al acercarse.
—Lo siento, Señora.
—No es tu culpa. —Eva suspiró. Se giró y miró a Greta con una expresión sombría—¡Llama a Simón más tarde y dile que si no viene a casa esta noche, lo desheredaré!
Al oír eso, Greta asintió presurosa:
—De acuerdo.
La boda de Maira y Simón había sido un asunto de bajo perfil por muchas razones. Sólo había un puñado de personas que sabían del matrimonio entre la hija de la Familia Sierra y el heredero de la Familia Chávez. Incluso los del Grupo Chávez desconocían la verdadera identidad de Maira. En lo que a ellos concernía, ella sólo era la líder del equipo de diseño A.
—Maira, lo siento mucho, pero no creo que pueda acompañarlos a todos en el almuerzo de hoy. Tengo una cita con el Director Chávez a mediodía. —Elsa sonaba bastante apenada, pero se mostraba engreída.
Estuvo encerrada en el baño durante casi una hora antes de que llegara el momento del almuerzo y, cuando salió, tenía los labios pintados de un brillante tono rojo. Maira hizo una mueca de disgusto ante esa visión, pero no hizo ningún comentario.
Tras excusarse, Elsa tomó su bolso y se marchó. Sus caderas se balancearon mientras caminaba hacia el ascensor destinado a los ejecutivos de la empresa.
—¿Por qué parecía tan complacida? Todo el mundo sabe cómo se convirtió en la líder del equipo B, y desde luego no es por su talento —se burló una mujer que estaba a un lado.
Maira palideció. Sin decir nada más, agarró su bolso y se dirigió también al ascensor.
Con algo de tiempo libre después del almuerzo, todos charlaban en grupos de dos o tres antes de volver al trabajo.
—¡Maira! Mira esto, el heredero de la fortuna de la Familia Hernández regresó al país y se hará cargo del Grupo Hernández de forma oficial —anunció Tania mientras colocaba el artículo sensacionalista delante de Maira. Era la becaria recién contratada en el Departamento de Diseño y la única que mostraba cierta lealtad hacia Maira a pesar de lo ocurrido en el banquete de la noche anterior. Continuó con un suspiro soñador—: Oh, ¿por dónde empiezo con Antonio Hernández? Es una leyenda en el mundo de los negocios. Se fue al extranjero a los dieciocho años y a los veintidós se graduó en Harvard con un doble doctorado en Administración y Economía Empresarial a la vez.
»Construyó su propio imperio empresarial, el Grupo Bienes Hernández, a los veintiséis años y, hasta hoy, nadie ha podido igualar sus logros en el país. Ahora, ha vuelto para hacerse cargo del Grupo Hernández. Y lo que es más importante, es encantador y guapo sin estar manchado por ningún escándalo. Tiene casi treinta y cinco años y todavía es soltero.
Maira sintió que se relajaba al ver el brillo de la mirada de Tania.
—¿Tienes planes para cortejarlo?
Al oír eso, los ánimos de Tania parecieron apagarse un poco. Se rascó el lóbulo de la oreja mientras murmuraba:
—Por supuesto que no. Los hombres de ensueño como él están hechos para ser admirados desde lejos. No se puede salir con ellos.
—¿Significa eso que te emocionaste por nada? —se burló Maira mientras echaba una breve mirada a la portada del tabloide.