Capítulo 10 Trato diferente
—¡Tú eres la líder del equipo A y yo soy la líder del equipo B, así que las dos compartimos la misma posición en la empresa! Maira, tu comportamiento ha faltado al respeto a la dirección de la empresa. Tal vez firmaste un acuerdo secreto con el Grupo Hernández y tienes miedo de que lo descubra, ¡así que me has abandonado!
Al ver que más compañeros se acercaban a observar el alboroto, un atisbo de celos y odio brilló en los ojos de Elsa.
—Ahora lo entiendo. Me preguntaba por qué el Grupo Hernández accedió con tanta facilidad a entregarnos el proyecto. ¿Será que hay algo entre el Señor Lucio, del Departamento de Proyectos del Grupo Hernández, y tú? —dijo a modo de provocación.
Al ver los rastros de desprecio en las miradas de sus compañeros hacia Maira, una expresión de satisfacción apareció en su rostro.
—Maira, el Señor Lucio es tan viejo como tu padre. Es mayor y feo, y sin embargo estás dispuesta a sacrificarte por la empresa. ¿No habría sido una gran pérdida para ti que nuestra empresa no fuera seleccionada? He recordado que te gusta el Director Chávez, ¿verdad? Aun cuando no lograste atraer su atención, no hay necesidad de que rebajes tu elección de hombres... ¡aaaah!
—¡¿Has dicho suficiente?! —Maira tenía una taza de café en la mano, así que observó con absoluta frialdad cómo la mujer que tenía delante saltaba tras ser salpicada por el café caliente.
Un sentimiento de asco surgió dentro de Maira:
«La mujer que tengo delante es lo que le gusta a Simón: una estúpida hipócrita de lengua afilada. Simón prefiere buscarla a ella que a mí. Me pregunto cuánto me odia en realidad para que hiera mi orgullo hasta ese punto».
—¡Aaaah! Maira, tú... p*rra!
Elsa llevaba un conjunto de Chanel, que le había regalado Simón hace poco. Todo el conjunto valía de hecho su sueldo de un año. Al mirar el café marrón que goteaba desde el cuello hasta el dobladillo del traje mientras formaba feas manchas, casi se vuelve loca.
—Deja de escupir tonterías. —La mano libre de Maira se apretó en un puño con fuerza a su lado mientras soportaba el mareo—. Yo también me sorprendí cuando se eligió el anteproyecto. Anoche discutí el proyecto con el Director Hernández durante la cena. ¿Quizás te gustaría demostrar cómo tú atraerías su atención? Dijiste que eras la líder del Equipo B, pero ¿has producido algún diseño adecuado? Si no tienes capacidad para diseñar, ¡haz algo que esté dentro de tus posibilidades! Nadie se interpondrá en tu camino.
Todos sabían que Elsa había sido nombrada líder del Equipo B por haberse valido del Director Chávez. Por lo tanto, las palabras de Maira «si no tienes la capacidad de diseñar, haz algo que esté dentro de tus capacidades», fueron como darle una bofetada a Elsa, lo que hizo que la expresión de esta última decayera al instante.
—Tú... Maira... tú...
—¿Por qué está todo el mundo de pie por aquí? ¿No tienen ningún trabajo que hacer? —La repentina voz grave y áspera rompió el ambiente. Era Simón, que había llegado al Departamento de Diseño sin que nadie se diera cuenta.
Con su alta constitución y su expresión severa, irradiaba un aire de autoridad. Su aparición hizo que la gente se dispersara y volviera a sus respectivos espacios de trabajo, y solo quedaron Maira y Elsa.
Al ver a Simón, los ojos de Elsa se llenaron de lágrimas de indignación. Entonces corrió hacia él y le tiró de la mano.
—Sim... Director Chávez, tiene que dar la cara por mí. Solo le pregunté a Maira por el incidente de anoche, cuando fue al Grupo Hernández a discutir el Proyecto Bahía del Sol, y por qué no me informó de ello. No solo me regañó por no tener las habilidades y capacidades necesarias para merecer ser la líder del Equipo B, sino que hasta me echó café encima. Este es el traje que usted me compró y es mi favorito...
Su aspecto era lamentable cuando se mordía el labio, pues hacía juego con sus ojos enrojecidos y las vergonzosas manchas en su traje. Maira se tocó la frente y la sintió más caliente que antes.
Sin esperar la respuesta de Simón, ya que era imposible que se pusiera de su lado, se sentó, retomó su boceto y continuó con sus cálculos.
—Iré contigo después del trabajo a comprar otro traje. —Su voz profunda, pero a la vez delicada, se escuchó con claridad por encima de ella.
Cuando Maira, que trabajaba en su borrador, escuchó sus palabras, el bolígrafo que tenía en la mano dejó de moverse mientras sus ojos se calentaban de repente.
«Resulta que a pesar de que hace tiempo ya conocía el desenlace, todavía se me rompe el corazón cuando lo escucho consolar a Elsa».
Al principio, Elsa no estaba dispuesta a dejarlo pasar, pero cuando Simón volvió a consolarla con su voz grave y la persuadió, al final se marchó. Cuando ella se fue, él se acercó a Maira y dio unos golpecitos en su escritorio.
—Mamá nos ha pedido que volvamos juntos esta noche. No te vayas sin mí después del trabajo. —El tono de impaciencia sustituyó a la dulzura de antes.
—Tengo algunas cosas que hacer esta noche. —Ella lo rechazó sin pensarlo dos veces.
—¿Qué cosas? —Simón frunció el ceño.