Capítulo 9 ¿Todavía te importo?
Ella se rio tranquila con voz fría.
—Simón, pensé que ya no te importaban mis asuntos. Quizá la pregunta que debería hacer es: ¿todavía te importo?
Simón apretó los labios con fuerza y no le contestó. El corazón de Maira se hundió, aunque su rostro era estoico. Entonces se dio la vuelta y subió las escaleras sin decir nada.
Puede que se debiera al tiempo que pasó bajo el agua fría lo que le provocó una fiebre esa noche. Durante la primera mitad de la noche, soñó muchas cosas, una de ellas era sobre el momento en que conoció a Simón y la forma en que veía cómo él se comportaba de forma amorosa con otra mujer. Luego, por fin, sentó la cabeza con él y se casaron. La última escena fue en su boda.
En el rostro de Simón se notaba el cansancio, mientras que sus ojos inyectados en sangre estaban llenos de odio mientras exigía con frialdad:
—Repítelo, ¿alguna vez me has hecho daño? —Maira apretó el puño y se obligó a sacudir la cabeza.
La expresión de Simón se volvió sombría al instante.
—De acuerdo. Tal y como querías.
Su odio apareció de nuevo en su sueño, lo que la hizo despertarse de golpe. Se sentó en la cama, abrazada a la manta, mientras jadeaba con fuerza. El reloj indicaba que eran las 4:00 de la mañana, pero ya no podía dormirse.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, tenía una franja de ojeras que apenas podía disimular incluso con la gruesa capa de base de maquillaje.
Simón desayunaba en la mesa del comedor de la planta baja mientras Eva, sentada a un lado, se dedicaba a reclamar. Sus reclamos no eran otros que pedirle que volviera antes a casa todas las noches, ya que para Maira resultaba muy solitario quedarse sola en casa.
Simón, que solía interrumpirla con impaciencia, no lo hizo hoy; incluso le contestó que entendía sus palabras cuando vio a Maira bajar las escaleras, lo cual era un comportamiento muy poco común. La encantada Eva se volvió y vio a Maira de pie en el escalón; entonces saludó a esta con una sonrisa.
—Maira, ven a desayunar. —Al parecer, pensó que su hijo se había dado cuenta por fin de lo que se había perdido.
Maira tenía una expresión impasible cuando se inclinó ante Eva y le informó en voz baja:
—Mamá, tengo algunos asuntos que tratar por la mañana, así que no desayunaré en casa. —Con eso, se dirigió directo a la salida de la casa antes de esperar la respuesta de Eva.
Cuando Eva por fin recuperó el sentido común, miró a Simón con desprecio.
—Todo es culpa tuya. Si no hubieras apartado a Maira, no estaría disgustada contigo. Hoy debes convencerla. Si no vuelves con ella esta noche, puedes abandonar esta casa para siempre.
Al mirar la espalda de Maira que desaparecía, una expresión complicada apareció de inmediato en su rostro.
La noticia de que el Grupo Hernández había tomado anoche el control total del diseño del Proyecto Bahía del Sol del Grupo Chávez no tardó en difundirse por toda la empresa, y la identidad de la heroína era por supuesto conocida por todos: «Maira».
Maira estaba decaída desde primera hora de la mañana. Compró un analgésico cuando se dirigía al trabajo y se sintió somnolienta después de tomarlo. No obstante, al pensar que su proyecto de diseño había sido aprobado, se animó y se dedicó a mejorarlo.
Mientras realizaba los cálculos de las cifras, una pila de documentos cayó sobre su espacio de trabajo con un ruido sordo. Levantó la cabeza y vio que una enfurecida Elsa la miraba furiosa.
—¿Cuál es el problema? —Maira acercó su silla mientras preguntaba con calma.
Reconocía que no era lo suficiente generosa como para sonreírle a Elsa mientras se enfrentaba a ella, aunque nunca hubieran tenido ningún conflicto entre ellas.
—¿De verdad me preguntas cuál es el problema? —Un ceño fruncido apareció en el rostro de Elsa que estaba muy maquillado y sus ojos parecían a punto de disparar fuego— ¿Por qué no me esperaste ayer por la tarde cuando fuiste al Grupo Hernández para hablar del Proyecto Bahía del Sol?
Había un rubor antinatural en su rostro. Maira tosió dos veces y dejó el bolígrafo a un lado.
—A esa hora teníamos una cita con el Departamento de Proyectos del Grupo Hernández. Incluso, si te hubiera esperado, ¿crees que ellos lo hubieran hecho?
Elsa se sintió un poco culpable al darse cuenta de que había vuelto a la empresa a última hora de la tarde de ayer porque quería pasar más tiempo con Simón. No obstante, se enfureció al ver la mirada triunfante de Maira.
«¡Está claro que Maira se ha llevado todo el mérito del éxito de ayer!».
—Si ese es el caso, ¿qué pasa con la noche anterior? ¿Por qué no me invitaste a cenar con el Grupo Hernández? —señaló Elsa—. Las dos nos encargamos del proyecto, ¿por qué no me invitaste?
—Ah, ya sabes que el proyecto lo llevamos los dos también, ¿no? Entonces, ¿dónde estuviste ayer por la tarde?
Mientras Maira sufría un dolor de cabeza por los irritantes gritos de Elsa, la observaba con ojos fríos.
—Yo… yo tenía algo que discutir con el Director Chávez. Puedes preguntarle a él si no me crees. Deja de cambiar el tema. Hablaba del asunto de ayer, ¿por qué no me informaste y no me invitaste a esa cena?