Capítulo 6 Sopló anillos de humo en su cara
A Maira no le sorprendió recibir una llamada del Grupo Hernández, pero no esperaba tener noticias suyas tan pronto.
Al otro lado de la línea estaba Lucio, el Director de Proyectos al que había presentado el dibujo hoy mismo. Sonaba cortés cuando dijo:
—Señorita Sierra, el Director Hernández se encargará del proyecto de Bahía del Sol en persona. Ha visto su borrador y le gustaría reunirse con usted para discutir los detalles del proyecto.
Al escuchar eso, se quedó atónita. «El Grupo Hernández tiene numerosos proyectos, ¿cómo es posible que el Director se encargue del Proyecto Bahía del Sol?».
—Señor Lucio —comenzó, y luego hizo una pausa antes de continuar desde donde lo había dejado—. Gracias por su tiempo y consideración, Señor Lucio. Permítame devolverle el favor en nombre del Grupo Chávez.
En el momento en que el Señor Lucio escuchó su respuesta, se preocupó de que pudiera haberla confundido y contestó enseguida:
—No es necesario. El Señor Calderón me dijo por casualidad que el Director Hernández estaría libre esta noche. No deje escapar esta oportunidad, Señorita Sierra.
El Proyecto Bahía del Sol estaba bajo la supervisión del Grupo Hernández y era un tema de gran interés desde principios de año. Dado que el Grupo Chávez sólo había entrado en el sector inmobiliario hace dos años, conseguir un proyecto de esa envergadura diría mucho de sus logros.
Con esto en mente, Maira acordó reunirse con el Director en el Hotel Ritz Carlton más tarde esa noche para que pudieran discutir el diseño que había presentado antes de terminar la llamada.
Tania estaba ocupada con sus propios deberes tras volver a la oficina y Elsa estaba desaparecida por completo desde el mediodía. Maira había intentado llamar a Elsa, pero fue en vano. Al final se dio por vencida y agarró la carpeta de diseños antes de dirigirse al estacionamiento.
Lucio ya la estaba esperando cuando llegó al Ritz Carlton aquella noche. La sonrisa en el rostro de Lucio parecía demasiado alegre para su comodidad cuando la saludó:
—Buenas noches, Señorita Sierra. El Director Hernández ya la espera en el comedor privado. Sígame, por favor.
—Siento mucho llegar tarde —respondió Maira mientras se apresuraba a seguirlo.
Cuando se acercaron al salón, él se detuvo y se giró para mirarla.
—Señorita Sierra, si tiene alguna dificultad con este proyecto, no dude en buscarme. —Ella parpadeó, desconcertada por su entusiasmo. Él aclaró su garganta y continuó su explicación—: He visto su diseño, Señorita Sierra. En verdad admiro el talento que tiene a tan corta edad.
Al decir esto, él percibió la confusión en su rostro. Su actitud cambió de golpe y abrió la puerta del salón de manera ceremoniosa antes de hacerla pasar. Maira seguía confundida mientras entraba en el salón. Cuando escuchó que la puerta se cerraba, se giró para ver que Lucio no la había seguido.
—Toma asiento —dijo una voz desde algún lugar más adelante. Era profunda y articulada, parecida al sonido de la última cuerda del violonchelo.
Maira volteó sorprendida. No se había fijado en él cuando entró en el salón, pero ahora que estaba dentro, vio que Antonio era el único presente y se encontraba sentado solo en la mesa del comedor.
No llevaba traje de etiqueta y tenía la corbata aflojada y los puños de la camisa blanca remangados. Parecía más relajado, lo que contrastaba con su fachada formal en el ascensor ese mismo día. Tenía un cigarrillo entre los dedos y lo encendió con el encendedor que tenía en la mano libre. Hubo una chispa y, en poco tiempo, sus cinceladas facciones se vieron envueltas en una fina nube de humo.
—Director Hernández, siento haberlo hecho esperar.
Maira pensó que otros miembros del Grupo Hernández estarían presentes en la reunión. Incluso repasó todas las respuestas que habría dado a las posibles preguntas. Resultó que Antonio era el único al que se enfrentaría hoy.
Sonrió de forma educada y se sentó en la silla de enfrente, se puso nerviosa cuando su mirada recorrió los platos colocados en la mesa. Maira no se habría sentido nerviosa si hubiera tenido a alguien que le hiciera compañía. Era una intimidación inexplicable enfrentarse a Antonio a solas. Había una intensidad detrás de sus ojos que incitaba a desnudar el alma ante él.
—Director Hernández, permita que me presente. Soy Maira, Jefa del Equipo A del Departamento de Diseño del Grupo Chávez. También estoy a cargo de la contratación del Proyecto Bahía del Sol y este fue el plano inicial que se me ocurrió. Puede echarle un vistazo, si es tan amable. —Tras su presentación, le acercó el boceto.
Apenas había levantado la mano del diseño cuando él levantó la vista de repente y los anillos de humo que sopló le cubrieron la cara. Maira tosió a causa del humo. Luego, llevó su mirada hacia él, y al ver esos oscuros orbes fijos en ella, se encogió en su asiento con una leve vergüenza.
Antonio escudriñó el dibujo con una expresión ilegible; cualquier pensamiento que tuviera permanecía tan esquivo como su persona. Tras un largo silencio, ella vio cómo él empujaba el dibujo a un lado de la mesa.
Tenía un aspecto regio mientras inclinaba la cabeza en señal de evaluación; su mandíbula parecía aún más cincelada desde ese ángulo.
—He escuchado que está usted casada, Señorita Sierra. ¿Es cierto? —preguntó de repente y la tomó por sorpresa.