Capítulo 64 Antonio, ¡imbécil!
Debe haber sido por el efecto del alcohol o el residuo de las drogas lo que causo que su cuerpo perdiera el aliento. El aire se sentía delgado y Maira quedó aturdida con los ojos muy abiertos. Sus manos, las cuales estaban colocadas en el pecho firme de Antonio, de manera gradual perdieron su fuerza y cayeron. En ese momento, estando en trance, pensó que ese hombre frente a ella era el mismo hombre que una vez le prometió hacerla feliz. De manera inconsciente movió sus labios; el sentimiento suave y apasionado que sintió en ellos era muy real para ella.
Antonio miró sus ojos tristes, aunque estaba encantado por sus movimientos inocentes, los cuales le ocasionaban un deseo irresistible dentro, él, de pronto, extendió una mano y los cubrió con delicadeza, mientras murmuraba en sus labios:
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