Capítulo 7 Las palabras de ella lo enfurecieron
—Ummm... —Maira se quedó sin palabras mientras parpadeaba.
Antonio apagó el cigarrillo en el cenicero con elegancia. Ella observó sus largos dedos mientras lo hacía; se percató de lo finos y estilizados que eran. Tragó saliva, no pudo evitar pensar en cómo él se había agarrado a su cintura con la misma mano hoy en el ascensor. Entonces asintió avergonzada.
—Sí, llevo dos años casada.
Su corazón se estrujó al pensar en su matrimonio y la amargura se reflejó en su rostro. Sin embargo, Antonio no pareció darse cuenta del cambio en su expresión y continuó la plática:
—Viene usted de una familia prominente, Señorita Sierra. Estoy seguro de que su marido está a la altura de su impresionante estatus y podría asegurar que también la adora.
Maira no sabía por qué decía todo eso, pero de todos modos se encogió ante sus palabras. Una mirada sombría pasó por su rostro mientras forzaba una sonrisa.
—Director Hernández, ¿no estamos aquí para discutir los detalles del Proyecto Bahía del Sol?
Estaba a punto de encender otro cigarrillo, pero al escuchar eso, hizo una pausa. Entonces, empezó a jugar con la tapa del encendedor y el sonido metálico llenó el silencio entre ellos. Era como si una extraña tensión se hubiera apoderado del ambiente de la habitación.
—¿Piensa usted que estamos aquí para que le pregunte sobre su vida personal? —Antonio frunció los labios y levantó la ceja en señal de desaprobación—. Ya que tiene ganas de hablar del proyecto, ¿por qué no me da su opinión al respecto? —Con eso, arrojó el encendedor sobre la mesa del comedor.
A Maira se le erizó la piel de vergüenza cuando el mechero se estrelló contra la mesa con un fuerte golpe. Estaba claro que le disgustaba lo que había dicho. También consideró muy tarde la posibilidad de que él sólo hubiera sacado a relucir su matrimonio para romper el hielo.
Se aclaró la garganta y comenzó a decir:
—Director Hernández, como puede ver aquí, he añadido algunas de mis preferencias personales al diseño...
Aunque la discusión comenzó con una nota dura, fue una suerte que Antonio no le pusiera las cosas difíciles. No obstante, le intimidaba la forma en que él tamborileaba con sus dedos índice y medio sobre la mesa mientras la escuchaba. Ella no se atrevió a bajar la guardia incluso cuando terminó su presentación.
—Los detalles y características de su diseño están bien pensados, Señorita Sierra —comentó Antonio con un aire determinante. La observó con una mirada impasible antes de añadir con frialdad—: El Grupo Hernández elegirá a una de las tres empresas que presenten el diseño definitivo del Proyecto Bahía del Sol. Dicho esto, usted se ha ganado un puesto entre las tres mejores en nombre del Grupo Chávez.
Cuando terminó sus palabras, se levantó de su asiento. Se puso de pie y Maira tuvo que estirar el cuello para mirarlo.
Sorprendida por su anuncio, se apresuró a levantarse también y exclamar:
—Gracias, Director Hernández. Yo…
Sin embargo, Antonio parecía desinteresado mientras tomaba el saco del traje que había colocado a un lado. Se dio la vuelta para salir de la habitación antes de que ella pudiera terminar su frase.
Maira se sonrojó. Aunque sabía que sus palabras lo habían enfadado antes, estaba agradecida de que tuviera la elegancia suficiente para tomar una decisión objetiva en lugar de permitir que su rencor personal influyera en él.
Al oír el sonido de la puerta al cerrarse, dirigió su mirada a la bandeja que estaba dispuesta en la mesa del comedor antes de su llegada. Entonces se dio cuenta de que ninguno de los dos había probado ninguno de los platillos.
Se encogió de hombros y tomó su bolso para salir del Ritz Carlton. Mientras entraba en su auto, no se percató de la imponente figura que de pie junto al árbol. Sostenía un cigarrillo entre sus largos dedos mientras la observaba salir.
Lucio estaba de pie junto a él y observó cómo Maira salía del estacionamiento. Nada podría describir sus sentimientos en ese momento. Pensó en cómo León le dijo que utilizara el Proyecto Bahía del Sol como excusa para concertar una cita con ella. A juzgar por la forma en que el Director Hernández se había comportado con ella, sólo llegó a una conclusión: «¡Sea quien sea esta Señorita, debo tratarla bien!».
—Señor Lucio —llamó de repente Antonio con voz ártica.
Lucio se enderezó de inmediato.
—¿Sí, Director Hernández?
—¿Ha visto lo suficiente? —Antonio sonaba frío y distante, pero fue suficiente para que Lucio rompiera a sudar frío.
Le dedicó al Director una sonrisa cortés antes de colocarse rápido el móvil en la oreja. Luego, fingió responder a una llamada:
—Hola, ¿me llamaste antes? Dame un minuto; aquí no hay recepción... —se interrumpió mientras se alejaba con paso firme.
Antonio apagó el cigarrillo mientras observaba cómo se alejaba el BMW blanco; sus ojos se ensombrecieron con sus pensamientos.