Capítulo 174 A veces deseo
Maira miró fijo a los ojos de Antonio. Sus ojos eran tan tranquilos y encantadores como la luna en una noche de otoño. No había ningún signo de impaciencia, y Antonio no podía explicarse por qué eran capaces de calmar su agravamiento, llevándole a confiar en sus palabras de manera inconsciente. De inmediato retiró su mirada.
Al percatarse de su comportamiento, Maira sintió una sensación de amargura y entumecimiento en el fondo de su garganta. Volvió a estrecharle entre sus brazos y le susurró:
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