Desde que se embarazó, Marina se sentía somnolienta casi todo el tiempo. Por eso, Elías la hizo trabajar en su propia oficina, donde le preparó una cobija de lana y una taza de agua tibia. También colocó un plato de fruta cortada en la mesa de al lado. Ella a menudo se quedaba dormida después de comer la fruta y se despertaba justo a tiempo al final de la jornada laboral y se iba con Elías.
—Hoy volví a darme un pequeño lujo —se quejó Marina con remordimiento mientras caminaba.
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