Mientras tanto, Saúl estaba sentado en su despacho con un vaso de agua en la mano y miraba un mensaje de texto en su móvil mientras golpeaba el vaso con los dedos.
El mensaje era justo sobre la herencia de la familia Campos y con ello, una sonrisa siniestra se dibujó en el rostro de Saúl, «¿quién iba a saber que el viejo Señor Campos tendría tal cantidad? Increíble». Dejó el vaso y se dirigió directo a la casa de la familia Campos y al llegar marcó el número de Paulina.
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