Santi no siguió la orden de la Señora Valle y siguió llamando a Marina «mami».
Al principio, la Señora Valle se lo recordaba a cada momento, pero Santi no escuchaba. Con el paso del tiempo, la abuela simplemente se dio por vencida y lo dejó hacer lo que quería. Ella pensaba: «Hagamos de cuenta que Santi tiene una madrina».
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