En el salón de su casa, Ivy estaba sentada en el amplio sofá que dominaba la estancia; pese a su postura cómoda, estiraba el cuello constantemente para mirar al hombre arrodillado ante su puerta. El invierno había llegado ya y hacía mucho frío, de modo que la lluvia que caía fuera era gélida y formaba pequeños charcos semicongelados en el suelo. Micah iba a enfermar si permanecía bajo la lluvia durante todo el día.
Aunque Ivy no estaba del todo contenta con los métodos de él y creía que no había protegido bien a su hija, tenía que reconocer que los sentimientos que ese hombre albergaba por Shannon eran sinceros. «En aquel entonces, cuando ordenó a sus secuaces que le cortaran el brazo de Shannon, sé que lo hizo para salvarle la vida, pues de lo contrario me la hubieran devuelto en pedazos» pensó ella con un estremecimiento, y se giró para contemplar a su hija.
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