Edmund no movió ni un músculo, pues sabía que Bailey se quedaría en la estacada si él se marchaba; sin embargo, si se quedaba, podrían cuidarse el uno al otro, y él al menos sería capaz de encajar una bala para ella si las circunstancias lo requerían. Si Edmund se marchaba sin más, no habría nadie que la apoyara si surgía la necesidad. Esto también frustraría el propósito de que estuvieran juntos.
Bailey entendía muy bien a Edmund. Con sólo una mirada, era capaz de adivinar sus intenciones. «Parece que está dispuesto a sacrificar su propia vida para protegerme. Oye, ¿no necesitas mi consentimiento primero?» pensó la mujer.
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