Capítulo 65 Los hombres son todos unos cerdos
—¿Por qué? —repitió una voz profunda y magnética desde la puerta, lo que hizo que todas las cabezas se volviesen hacia el hombre que había pronunciado esas palabras. Artemis tenía los brazos cruzados sobre el pecho y estaba apoyado en el quicio de la puerta. Con un cigarrillo prendido de sus labios, parecía un vividor de mala muerte. Sin embargo, era su estilo de «chico malo» el que hacía que todas las mujeres se derritiesen por él. Después de todo, ¿qué fémina podría resistirse a un hombre apuesto y rico que por un lado era grácil y por el otro, salvaje? —. Te diré el porqué. Porque ésta es mi empresa y hago lo que me da la gana en ella. ¿Tienes algún problema con eso? ¿O crees que no tengo redaños para despedirte? ¿Debería cederte mi puesto durante unos días, para que te dieses el lujo de contemplar lo que es vivir en la cima? —preguntó Artemis en tono desafiante.
—N… ¡no! —exclamó Janice, al tiempo que retrocedía un par de pasos; sin embargo, tropezó y cayó en brazos de su novio—. J… Jeremy, ayúdame a que el señor Luther se apiade de mí, por favor. ¡No quiero que me despidan! ¡No quiero!
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