Capítulo 10: Intoxicación alimentaria
Dwayne parpadeó un par de veces, y en ese instante, sus ojos se iluminaron como si hubiese descubierto una nueva faceta de su jefe. «Parece que el señor Luther está demasiado preocupado por la señora Bailey, ¿no? Si no, ¿por qué pregunta tanto por ella? Algo raro pasa, pero ¡estoy seguro de que tengo razón!» se dijo el hombre.
—Se trata del señor David Larson, del Grupo Harway. Se encaprichó de la señora Bailey hasta el punto de que pagó cinco millones por quitarle su virginidad —reveló Dwayne, y sus palabras provocaron que el rostro de Artemis se ensombreciese de inmediato. Incluso el aire de la sala descendió un par de grados por efecto de la cólera fría que emanaba el empresario.
—Hazles un test de paternidad a los dos muchachos. Necesito esos resultados en menos de tres días —ordenó Artemis, pero al ver que su empleado permanecía sumido en un profundo silencio, frunció el ceño y decidió insistirle—. ¿Qué pasa? ¿No me has escuchado? ¿Acaso tengo que repetir mis órdenes? —inquirió.
—No, por supuesto que no —respondió Dwayne, al tiempo que se frotaba la nariz. «Menudo tirano. Su furia brota de la nada y sin previo aviso, la verdad es que en estos momentos no soy capaz de soportarle» se dijo para sus adentros—. ¿Por qué no utiliza su propio ADN para realizar una prueba de paternidad contrastada con el material genético del chico? ¿Por qué es necesario usar el ADN del señor Larson?
Al instante, Artemis le lanzó una mirada que helaría el fuego.
—Sé que no es mi hijo, pero insiste en que me haga una prueba de paternidad para contrastar nuestro material genético. Si tú estuvieses en mis zapatos, ¿harías un movimiento así de estúpido?
—Uh… —titubeó Dwayne, sin saber cómo continuar. En un principio, sentía la pulsión de preguntarle por qué estaba tan seguro que ese chico no era su hijo, pero terminó por cambiar de idea al comprender que aquella duda era aún más estúpida que la anterior.
Todo el círculo cercano de Artemis sabía que se había visto obligado a acostarse con Rhonda ocho años atrás; tras aquella experiencia, jamás volvió a acercarse a una mujer, de modo que era imposible que tuviese algún otro hijo ilegítimo.
—De acuerdo, me queda claro lo que tengo que hacer. Pero si los datos demuestran que el chiquillo es en realidad hijo del señor Larson, ¿cómo procedemos? —preguntó Dwayne.
—Contarle toda la verdad al gran público replicó Artemis en tono gélido, al tiempo que caminaba hacia el aparcamiento.
—¿Y si el chico no es hijo del señor Larson? —insistió el asistente.
—En ese caso, cambia el nombre del señor Larson por el mío para que quede atestiguado como su padre antes de anunciar los resultados al gran público, ¿lo pillas? —dijo Artemis en tono resuelto.
Dwayne se quedó sin habla durante unos instantes. «El jefe es astuto como un zorro; mira cómo se ha movido para eludir el problema sin el menor esfuerzo. En todos estos años sólo he visto que sufriera un revés, cuando ese Spook, el pirata informático, le pirateó la cuenta y sustrajo tres billones de ahí. Estuvo seis meses tratando de darle caza por el largo y ancho mundo, pero todo fue en vano; se le escapó como arena entre los dedos. La verdad, todo aquel asunto fue muy triste y frustrante, aunque me alegro de saber que aún hay alguien en el mundo capaz de darle una buena lección a este tirano» se dijo Dwayne para sus adentros, aunque se cuidó mucho de exteriorizarlo.
Dos señoritas estaban sentadas en ese preciso instante junto a la ventana de un coqueto café ubicado en Century Square, y una de ellas era Bailey, que removía sin mucho sentido su café expresso. Frente a ella, había una elegante mujer vestida a la última moda; lucía una hermosa melena castaña, y el estilo de su ropa parecía indicar que se trataba de una profesional liberal o de una empresaria. Aquella señorita era ni más ni menos que Victoria Saunders, la mejor amiga de Bailey. Habían sido compañeras de clase diez años, durante los cuales habían formado un vínculo tan fuerte, que nadie podía interponerse entre ella.
—He pasado unos años en el extranjero, así que el cambio ha sido brutal. Hallsbay ha crecido mucho en comparación a la ciudad que dejé atrás hace ocho años —comentó Bailey.
Victoria, que estaba escribiendo algo en su teléfono, levantó la vista y observó a Bailey unos instantes.
—Por supuesto. ¿Es que no sabes quién maneja los hilos aquí? —le preguntó al tiempo que arqueaba una ceja.
—La familia Luther es quien controla todo en Hallsbay, ¿verdad? Está bien. Cuentan con una fortuna estimada en billones, así que los negocios que componen el Grupo Luther pueden suponer un impulso decisivo para la economía de cualquier país o ciudad en la que se asienten —replicó Bailey con una sonrisa.
De hecho, el propio Hallsbay alcanzó su nivel de desarrollo económico actual, que además conllevó la formación de una urbe plenamente cosmopolita, debido al apoyo y las inversiones de Artemis: gracias al Grupo Luther, el PIB de la ciudad aumentó un 300% en un solo año, y existía una previsión alcista.
—¡Pero qué demonios! ¿Dices que trajiste a Maxton, el benjamín de la familia Luther, a tu casa? —exclamó Victoria, y su grito hizo que el tren de pensamiento de Bailey descarrilase. Los ojos de la mujer se posaron sobre la pantalla del teléfono de Victoria, y lo que vio hizo que su corazón se hundiese. «Zayron…» se dijo ella.
Ajena a los sombríos pensamientos de Bailey, su amiga tomó su smartphone y abrió Twitter para ponerse al día de las últimas noticias.
—¡Maldita sea! Anoche me emborraché tanto, que me quedé dormida hasta mediodía y no me enteré de este jugoso cotilleo. El supuesto hijo ilegítimo de Artemis es Zayron, ¿verdad? Aunque es evidente que esta foto ha sido retocada con Photoshop, aún se le reconoce con facilidad. ¿Qué está planeando? ¿Anda en busca de padrastro? Tiene gustos caros si ha elegido a Artemis para ocupar ese papel, ¿no crees?
Bailey hizo un mohín de impotencia con los labios. «Si es así, bien por él, pero esta situación me está causando problemas» se dijo ella.
—El señor Luther posee una fortuna valorada en billones y Zayron es un chico codicioso, así que lo más normal del mundo es que vea como un buen prospecto de padrastro a ese hombre.
Victoria le dedicó a su amiga una sonrisa de complicidad al tiempo que le guiñaba un ojo.
—Vamos Bailey, conmigo puedes ser sincera. ¿No será que te gusta ese hombre y estás usando a Zayron para acercarte a él? —dijo en tono pícaro, pero la otra mujer le devolvió una mirada seria.
—El día que regresé a Hallsbay, me topé por casualidad en el aeropuerto con un niño que estaba muy enfermo. Como estaba ardiendo de fiebre, me lo llevé al hospital, pero cuando estaba allí, me enteré por las noticias que ese chiquillo era ni más ni menos que Maxton Luther —explicó Bailey, pero en ese punto se detuvo un instante, pues se había dado cuenta de algo. Cuando continuó hablando, su rostro había adquirido una expresión glacial—. Mi mayor deseo es poner cuanta distancia sea posible entre el hijo de Rhonda y mi familia. ¿Por qué le traería a mi condominio? Sin embargo, el niño se aferró a mí con todas sus fuerzas, e incluso se negó a comer durante dos días completos con tal de que le dejasen estar conmigo, así que Artemis terminó por ceder y me lo trajo a casa. ¡No fue nada planeado para atraerle, te lo juro! Ellos son el esposo y el hijo de mi hermanastra, y ese mero recordatorio basta para erizarme la piel. ¿Por qué desearía tener cerca a la familia de Rhonda?
Cuando escuchó las palabras de la otra mujer, Victoria dejó escapar un profundo suspiro de alivio.
—Bromas aparte Bay, no quiero que te acerques demasiado a Artemis, es mi consejo de amiga. Es demasiado influyente y poderoso para ser un buen compañero de vida.
Bailey se rio entre dientes y realizó una brusca exhalación antes de responder.
—Le estás dando tantas vueltas, que lo que dices hasta suena ridículo. Soy una madre soltera con un niño de siete años, ¿por qué se sentiría Artemis atraído por mí, en primer lugar? Sobreestimas mis talentos, querida. Sin embargo, el principal motivo para no querer nada con él es que Rhonda y él han tenido sexo anteriormente, y eso hace que ese hombre me revuelva el estómago —dijo Bailey con sinceridad, lo que provocó que su amiga lanzase una alegre carcajada.
—¿Cómo es posible que ambas hermanas tengáis una suerte tan dispareja en el amor? Rhonda se acostó con un soltero de oro, mientras que tú ni siquiera sabes quién es el padre de Zayron —bromeó Victoria, pero al ver cómo se ensombrecía el rostro de Bailey al escucharla, se apresuró a cambiar de tema—. En fin, de tanto remover la porquería al final huele; aparte, me aburre hablar de ellos. Parecías molesta cuando antes mencionaste a Rhonda. Sabes que ella es la responsable directa de la muerte de tu bebé y de tu abuela. ¿No piensas en vengarles?
Los labios de Bailey se curvaron en una sonrisa burlona.
—Ni siquiera seré yo la que tome venganza, sino que Zayron le dará una lección por mí. Ten un poco de paciencia, y verás cuánto le dura su prepotencia. Incluso me plantearía perdonarle su asquerosa vida, si no fuese porque ella ya está cavando su propia tumba. Sin embargo, si está tramando algo contra mí o mi familia, me aseguraré de destrozar su reputación hasta tal punto, que jamás podrá volver a restañarla —dijo Bailey con seguridad.
En el instante en que terminó de hablar, se escuchó el tono de llamada de su móvil, por lo que ella lo sacó del bolso con rapidez. El identificador de llamadas mostraba que era Zayron quien la estaba llamando. Sin embargo, en cuanto contestó se dio cuenta que aquélla no era la voz de su hijo, sino la de…
—Los chicos han sufrido una intoxicación alimentaria, por lo que ambos están ingresados en la enfermería de la mansión Luther. Te doy media hora para que vengas —dijo la voz de Artemis Luther al otro lado del teléfono, y aquellas palabras provocaron que algo dentro del cerebro de Bailey explotase.