Capítulo 6: Artemis está en la puerta
Pese a lo mucho que el niño de la fotografía se parecía a él, Artemis aún era renuente a creer que ambos estaban emparentados. «La única vez que me he acostado con una mujer fue cuando Simon me engañó para que lo hiciese, hace ocho años. Siete meses y medio después, Rhonda apareció con un bebé, y la prueba de ADN confirmó sin asomo de duda que aquel niño era mi hijo. Pero aquel fue un caso aislado; dada la codicia infinita de Rhonda, si ella hubiese dado a los a dos bebés, se hubiese presentado con ambos ante mi puerta. Es imposible que ella renunciase a uno de sus hijos» concluyó Artemis, de modo que no podía considerar la noticia de Twitter nada más que una mala broma o un rumor malintencionado.
El hombre escrutó la imagen de su supuesto hijo ilegítimo y, tras unos instantes, sus labios se curvaron en una sonrisa. «A primera vista, todo parece correcto en esta imagen, pero nada escapa a mis ojos» pensó con satisfacción. Artemis se percató de que la foto estaba editada: el autor de esa farsa había superpuesto una imagen suya y otra de un niño con precisión milimétrica, de forma que ambas fotografías se fusionaban a la perfección. El hombre estaba impresionado por la calidad del trabajo, pues ese tipo de tecnología sólo se encontraba al alcance de hackers internacionales de primer nivel; era imposible que una persona corriente estuviese capacitada y contase con las herramientas adecuadas para hacer una edición tan perfecta como aquélla. En ese momento, en el cerebro de Artemis resonó un nombre: Spook, el pirata informático al que trató de dar caza sin el menor éxito durante seis meses. «¿Se estará vengando Spook de mí? No puede ser, esta charada es demasiado infantil. Dado que ambas imágenes están fusionadas, apuesto a que puedo separarlas de nuevo; si soy capaz de hacerlo, este bulo caerá por su propio peso. No estoy seguro de que ésta sea la mejor manera de vengarte, Spook. No puedes hacerme daño con este truco de circo» se dijo él con una sonrisa de suficiencia. Artemis tomó su móvil, que estaba sobre la mesa, y llamó a su asistente.
—Ponte en contacto con las principales agencias periodísticas del país para comunicarles que el Grupo Luther dará una rueda de prensa mañana, donde explicaré en persona todo ese asunto de mi supuesto hijo ilegítimo.
—Señor Luther, ¿no cree que podría ser demasiado controvertido el que usted se dirija a los medios y al gran público en persona? —preguntó el asistente.
—Limítate a hacer lo que te he dicho —le insistió Artemis en tono gélido.
«No puedo esperar a descubrir cuál es el siguiente movimiento del otro lado. Veamos si realmente eres capaz de ponerme en el ojo del huracán» se dijo el hombre. Durante la siguiente media hora, las redes sociales ardieron con la noticia de la rueda de prensa que daría Artemis en persona para explicar lo del hijo ilegítimo; tan grande fue el interés que suscitó el comunicado, que absorbió los otros trending topics y se convirtió en el único tema de discusión.
Mientras tanto, en el estudio del Condominio Shelbert, Maxton y Zayron planeaban su siguiente movimiento repantingados en la mesa de la sala.
—Oye Bobo, ¿has intentado hacer una transmisión en vivo antes? —exclamó Zayron, pero Maxton frunció el ceño al escuchar aquel apelativo. «¿Bobo? ¿Por qué piensa que “Bobo” es un mote adecuado para Hado?» se dijo con molestia.
—No, Idiota. ¿Por qué no me enseñas tú? —contestó Maxton. El rostro de Zayron se crispó ante aquella réplica. «Pues resulta que no es tan tonto como yo creía. ¿Por qué los reporteros dicen que Maxton es discapacitado mental? A mí no me parece que sea autista; tiene una conversación inteligente, e incluso en ocasiones maldice» pensó Zayron. Sin embargo Maxton, ante el silencio del otro niño, pensó que se había enfadado, así que, como no quería que le echaran de esa casa, decidió capitular—. Haré cualquier cosa que me pidas si tú a cambio me enseñas a hacer una transmisión en vivo.
—Eres bastante astuto, ¿eh? Ésta es mi casa, así que si te quieres quedar aquí conmigo y con Mami, más te vale escuchar todo lo que te diga —se burló Zayron.
Maxton miró alrededor para asegurarse de que nadie los escuchaba antes de volver a hablar.
—Entonces, ¿puedes darle tu Mamá a mi Papá también? —inquirió el niño.
—¿Qué? —balbuceó Zayron, conmocionado por las palabras de su amigo—. ¿Me acabas de pedir que yo… que yo le dé mi Mami a tu padre? ¡De ninguna manera! Tú eres el hijo de mi tía, así que tu Papá es mi tío.
—Ella no es mi madre —respondió Maxton con seguridad, lo que provocó que los ojos del otro chico se abriesen como platos.
—Guau. De acuerdo… Puede que yo sea algo travieso a veces, pero al menos reconozco a mi madre. ¿No te has pasado un poco de la raya? Me cuesta creer que seas tan cruel —comentó Zayron, perplejo.
Maxton se le quedó mirando. Estaba tan furioso, que sus mejillas se enrojecieron. «¡Estaba seguro de que él tampoco me creería! Ni siquiera Papá lo hace; se limitan a pensar que soy un chico ridículo» se dijo él.
—Lo que tú digas. Olvídalo, entonces.
Sin embargo, Zayron hizo un mohín con los labios antes de hablar.
—Bien, para ser honesto, en esta ocasión regresé a Hallsbay para saldar una vieja cuenta que tengo pendiente con tu Mami. Hace algún tiempo, tu madre le hizo la vida difícil a la mía, e incluso ella fue la razón de que perdiéramos nuestro... Nada, olvídalo. El caso es que no voy a dejar que se escape tan fácilmente —explicó el niño, y Maxton asintió con la cabeza tras escucharle.
—Te ayudaré. Nadie puede intimidar a Mami de esa manera —respondió con firmeza.
Zayron se quedó sin palabras ante lo que acababa de escuchar. «¿Y si de verdad es tonto?».
—De acuerdo, basta de cháchara. Mejor vamos a discutir sobre la transmisión en vivo que haremos mañana; ya que tu Papá va a dar una rueda de prensa, creo que deberíamos darle una gran sorpresa.
—Me apunto. Y también sería increíble que aprovechásemos la ocasión para tenderle una trampa a Rhonda —convino Maxton de buena gana.
Zayron se quedó sin palabras de nuevo al escuchar aquello. «Definitivamente, es tonto» se dijo.
Mientras tanto, Bailey tarareaba una melodía en voz baja. Estaba acostada en el sofá y llevaba puesto el pijama; había decidido consentirse esa noche con una mascarilla facial.
—¡Ah! Qué maravillosa es la vida. Cierto es que mejoraría con un hombre que me calentase la cama, pero la verdad es que esto no está nada mal. Y ningún hombre se me va a acercar con dos niños a mi cargo; nadie quiere a una madre soltera con dos hijos. Apuesto a que se sentirían exhaustos al ejercer como padres —dijo Bailey con una sonrisa soñadora.
¡Riiiing! Alguien estaba llamando al timbre de la puerta, y los ojos de Bailey se desviaron hacia el reloj de manera inconsciente. «Ya son las 11pm. ¿Quién puede ser a estas horas? No me digas que es ella…» se dijo.
—Zayron, ve a ver quién llama.
No hubo respuesta desde el estudio.
¡Riiing! Por fin Bailey no pudo soportar más el agudo tono del timbre, así que se levantó y fue a abrir la puerta vestida sólo con un holgado pijama y llevando aún la mascarilla en el rostro. Cuando vio quién estaba en el rellano de su casa, se quedó tan conmocionada que sus piernas se tornaron de gelatina. «¡A… Artemis!» gritó ella dentro de su cabeza.
Un fuerte brazo la sujetó en ese momento y aquella voz, grave y dulce al mismo tiempo, resonó sobre su cabeza, pues él era mucho más alto que Bailey.
—Parece que tiene miedo de mí, señora Bailey. ¿Acaso se siente culpable por algo que haya hecho?
Bailey tragó saliva. «Claro que lo hice. Te perjudiqué a lo grande. Estaba corta de dinero en ese entonces, así que pirateé tu cuenta bancaria y te robé tres mil millones de la cuenta bancaria, gracias a lo cual me perseguiste por cielo y tierra durante seis meses. Es por eso por lo que me has dado un susto de muerte» se dijo ella.
La mirada de Artemis se detuvo en la mujer que estaba entre sus brazos, y una chispa de disgusto brilló en sus ojos. «No puedo creer que haya abierto la puerta de su casa con esta pinta. Su vida debe de ser un desastre» pensó él al observar el pringue en la cara de Bailey y su pijama.
—Dos minutos. Llevas agarrándome dos minutos completos, ¿no crees que ya es hora de que me sueltes? —cuestionó él.
—¡Oh! Lo siento, tenía la cabeza en otro sitio —dijo ella con rapidez, y se apresuró a retroceder un par de pasos al tiempo que esbozaba una sonrisa incómoda—. ¿Has venido a buscar a tu hijo, mi querido cuñado?
«¿Cuñado? Artemis no pudo evitar fruncir el ceño levemente. Jamás había reconocido a Rhonda como esposa. Cuando la mujer acudió a él con un bebé en brazos, él sólo aceptó a Maxton; jamás le dijo a ella nada de formar parte de la familia, así que le molestó mucho que Bailey se dirigiese a él de aquella manera. Sin embargo, dado lo acostumbrado que estaba Artemis a ocultar sus emociones, ella no pudo leer el menor rastro de enfado en el rostro de él.
—¿Está Max ahí? Lleva días fuera de casa, pero ya es hora de que regrese a su hogar —dijo Artemis.