Capítulo 8: Aclaración
—¡Ah! ¿Y cómo puedes saberlo, si ni siquiera he tenido la oportunidad? Si pudiese acostarme con él aunque fuese una sola vez, le daría un bebé y me convertiría en la próxima señora Luther.
—Está bien, de acuerdo. A partir de ahora, me dirigiré a ti como «señora Luther». ¿Contenta?
Mientras tanto, el tema central de aquella vergonzosa conversación dibujó una expresión de ira en el rostro del hombre que estaba al lado de ellas. «Dios mío, ¿cómo pueden hablar las mujeres así acerca de mí, y encima en público? ¡Agh! ¿Pueden ser más asquerosas?» se dijo él, lleno de rabia. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que las dos alegres interlocutoras reparasen en la mirada afilada de Artemis, lo que hizo que se volvieran hacia él. Y, por supuesto, repararon al instante en lo bello que era el rostro de ese hombre, aunque en esos momentos luciese una pronunciada mueca de disgusto.
—Guau Carol, ese hombre es espectacular. ¿Desde cuándo tenemos un inquilino tan guapo en nuestro condominio?
La mujer llamada Carol observó con detenimiento a Artemis durante unos instantes; entonces, una chispa de reconocimiento brilló en sus ojos, y se apresuró a tirar de la manga de su amiga.
—Oye, Lily… Mírale bien, ¿no te resulta familiar? —susurró ella, lo que provocó que la otra joven lanzase varias miradas tímidas en dirección al hombre.
—Ahora que lo dices, sí. Creo que le he visto antes en alguna parte…
—C… Creo que es Artemis Luther. Y ¿no acabas de decir que quieres darle un hijo y convertirte en la próxima señora Luther? —musitó Carol entre dientes, tras carraspear para aclararse la garganta.
Lily se quedó congelada en el sitio y abrió los ojos como platos, pues en ese instante, ella también reconoció al famoso multimillonario.
—A… Artemis… Pero ¿qué está haciendo aquí?
—¿Ya has olvidado que la mujer con la que tuvo a su hijo ilegítimo es la madre soltera que vive en el piso 501? Ella tiene un muchachito de unos siete años, ¿recuerdas?
En ese momento, un destello de comprensión golpeó a Lily como un rayo.
—¡Madre mía! ¡La verdad siempre termina por salir a la luz! —Tras una pausa reflexiva, la mujer continuó hablando en susurros—: ¿Eso significa que ese hijo ilegítimo del que tanto se habla en los medios es…?
—¡Silencio! Ten cuidado con lo que dices, o vas a acabar buscándote un problema que no quieres —musitó Carol.
En ese momento, las mujeres se apresuraron a abandonar aquel lugar, dejando a Artemis con el ceño fruncido y una expresión críptica en el rostro. «¿Madre soltera? ¿Hijo de siete años? Ahora que lo pienso, estoy seguro de que escuché las voces de dos niños en la casa de esa mujer; uno de ellos era mi hijo, pero esa desvergonzada me echó del piso antes de que pudiese observar de cerca al otro muchacho. Hasta donde yo sé, hace siete años dio a luz un bebé muerto, pero tal vez esta historia sea mucho más compleja de lo que parece a primera vista» reflexionó Artemis.
Con aquel misterio en mente, Artemis sacó su smartphone del bolsillo de su chaqueta y se apresuró a marcar el número de su asistente.
—Hola, quiero que localices el hospital donde Bailey Jefferson dio a luz a su bebé hace siete años, y por qué se rumoreó que el niño había muerto.
Esa misma noche, Twitter volvió a arder con una noticia de última hora acerca de él: «Artemis Luther ha sido visto en un edificio residencial a altas horas de la noche, y todo parece indicar que acudió a visitar a su hijo ilegítimo». Apenas doce horas después, Artemis volvió a convertirse en trending topic muy a su pesar; él, que solía mantener un perfil bajo y una actitud distante ante todo lo que no fuesen sus negocios, se vio arrastrado al ojo del huracán a medida que las noticias sobre él cobraban más y más fuerza. Muchos internautas especulaban acerca del rumor de que Artemis había tratado de ocultar la existencia del niño con un jugoso cheque a nombre de la madre de su hijo, pero ella no sólo lo había rechazado, sino que le había dado con la puerta en las narices. Para ilustrar aquel cotilleo, en Twitter corría como la pólvora una imagen de Artemis parado en la entrada del condominio con una expresión de tristeza infinita en el rostro mientras miraba la puerta cerrada frente a él. Y, para todos aquellos internautas ávidos de chismes, ¡aquella fotografía era la prueba irrefutable de que la mujer le había echado de su casa!
A las 10am del día siguiente, se celebró la rueda de prensa del Grupo Luther en el centro de convenciones, tal y como estaba previsto. Los principales medios de comunicación de todo el país acudieron en masa a cubrir el evento, de modo que se convirtió en uno de los acontecimientos más importantes del año; al fin y al cabo, Artemis era uno de los hombres más ricos del mundo y, como cabeza de familia de los Luther, poseía cientos de billones de activos que estaban a su completa disposición, de modo que una simple aparición suya en los medios era suficiente para que las cadenas televisivas de todo el mundo abriesen sus informativos con aquella explosiva noticia. Además, ahora que los rumores acerca de su posible hijo ilegítimo se estaban extendiendo como la pólvora, cualquier periodista sabía que el primer medio de comunicación que descubriese la verdad estaría nadando en oro en cuestión de horas.
Incluso si no lograban obtener la primicia, todavía podían ofrecerle al gran público historias conmovedoras que hiciesen suspirar a sus lectores. En pocas palabras, cualquier nota de prensa o artículo que versase sobre Artemis iba a generar una buena suma de dinero.
El jefe del Departamento de Relaciones Públicas finalizó su discurso en la sala de prensa y, en ese momento, las cámaras dejaron de proyectar imágenes del área de convenciones para mostrar un salón, y al instante, el bello rostro de Artemis apareció ante la cámara. Vestía un traje gris oscuro sin corbata, y se había desabrochado los dos botones superiores de su impecable camisa, de modo que dejaba al descubierto parte de su hermosa piel broncínea; además, su aire masculino y el irresistible carisma que emanaba de él sólo contribuían a acrecentar el encanto de sus rasgos cautivadores.
Llevaba las mangas arremangadas, lo que le aportaba un toque casual, a la vez que descubría sus poderosos brazos: con el derecho removía una mousse mientras que el izquierdo, que descansaba sobre la mesa, lucía un llamativo reloj valorado en millones. Ante aquella imagen, era innegable que Artemis Luther tenía todo: fama, riqueza, estatus y belleza. Pese a que sólo contaba con veintiocho años, ya se había convertido en uno de los emprendedores más exitosos y reconocidos a nivel mundial. No sólo poseía compañías que se adentraban en más de cien sectores a lo largo de todo el planeta, sino que además contaba con acciones con valor de cientos de billones. Cualquiera que le conociese, asociaba automáticamente el nombre de Artemis Luther con éxito y poder.
Puesto que la conferencia de prensa se estaba emitiendo en riguroso directo, un torrente de gritos y exclamaciones resonó en la plaza pública en cuanto el rostro de Artemis apareció en la gran pantalla.
—Artemis…
—¡Artemis, oh, mi Artemis! Cómo desearía poder entregarte todo mi amor…
—¡Oh, Dios mío! ¿Cómo puede ser tan hermoso? ¡C… Creo que me voy a desmayar!
—Oh, ¿cuándo tendré oportunidad de acostarme con él y darle un hijo? ¡Así, yo seré el centro de atención en su próxima conferencia de prensa!
Después de trastear con su portátil durante unos instantes, Artemis levantó la vista con calculada lentitud y comenzó a hablar en tono pausado.
—Hola a todos. Soy el líder del Grupo Luther, Artemis Luther. Primero que nada, deseo expresar mi agradecimiento a los amigos de los medios informativos y a todos los internautas que siguen la transmisión, por tomarse el tiempo para unirse a mí en esta rueda de prensa. Estoy al tanto de los rumores que circulan por la red, los cuales giran en torno a mi supuesto hijo ilegítimo de siete años, asunto que querría explicar y clarificar. Acerca de la fotografía que se filtró ayer en Twitter, la he verificado en persona y he concluido que alguien la modificó a propósito utilizando Photoshop. Echen un vistazo a la imagen que se proyecta en estos momentos detrás de mí: les demostraré cómo ha sido manipulada, para a continuación poder desvelar la fotografía original sobre la que se ha hecho dicha modificación.
Para alguien que se había graduado con honores en una prestigiosa universidad, y que además cursó dos doctorados, utilizar un programa informático con el fin de analizar una imagen era pan comido, tal y como le ocurría a Artemis. Sus delgados dedos volaron sobre el teclado del ordenador, y la fotografía tras él comenzó a perder capas, hasta que sólo quedó la imagen de un niño que no se parecía en lo absoluto a él. De nuevo, los comentarios de los internautas comenzaron a inundar las redes sociales: «¿Habéis visto? Al final parece que sólo era una fotografía editada», «¡Es cierto! Artemis es tan inteligente, que domina a la perfección programas informáticos así de avanzados. ¡No me cabe duda de que es el hombre más preparado del universo!», «¡Ah, le amo tanto! ¡Es tan genial!», «¿Soy la única mujer que no es capaz de apartar la vista de los dedos de Artemis? ¡Son tan largos y torneados! Estoy segura que usando sólo los dedos, puede llevar a cualquier mujer al éxtasis. ¿Qué debería hacer ahora? ¡Estoy totalmente obsesionada con él! ¡Cómo desearía poder meter mis manos a través de la pantalla y acariciarle!».
Al instante siguiente, la magnética y profunda voz de Artemis Luther resonó de nuevo en la sala de conferencias.
—Estoy convencido de que cualquier persona es capaz de discernir la verdad por sí misma tras ver el análisis que he hecho de esta imagen trucada. Y, aún más importante, espero que éste sea el fin de esos desafortunados rumores acerca de un hijo ilegítimo. Si algún medio de comunicación continúa publicando noticias sobre mí que son a todas luces una falacia, y que además afectan a mi vida personal, no tendré más remedio que tomar acciones legales contra dicho medio. Llegado el caso, nos veremos en los tribunales —añadió Artemis.
Tras esas palabras, un denso silencio cayó sobre todos los presentes, que intercambiaron miradas de perplejidad entre ellos. «¿Qué? ¿Así termina este escándalo? ¿No hay nada más para nosotros?» se preguntaban con estupor.