La voz de Artemis llegó desde la puerta. Simón se dio la vuelta bruscamente y se apresuró a explicar: —Artemis, no estoy codiciando tu puesto. Sólo necesito un mes de ti. Una vez que me haya conseguido una esposa, te devolveré inmediatamente el puesto.
Artemis se acarició la barbilla, pareciendo vacilante en apariencia, pero por dentro estaba exultante.
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