Capítulo 7: La pareja perfecta
Lo que Bailey más deseaba en ese momento era mantenerse lo más lejos posible de Artemis, pero él había tenido la iniciativa de ir a recoger a su hijo, de modo que ella no se sentía capaz de detenerle.
—¡Claro! Le traeré ahora mismo —respondió ella a toda prisa—. Al fin y al cabo, lo mejor para cualquier niño es estar con sus padres, y no creo que mi humilde morada sea el lugar adecuado para criar a alguien con el estatus de Maxton.
Artemis entrecerró los ojos, y un destello acerado atravesó su mirada durante un instante. «¿Ha sido mi imaginación, o hay un cierto tono de desdén en su voz? ¡Parece como si nos estuviese espantando!» se dijo él, y aquel pensamiento hizo que su apuesto rostro se ensombreciese al instante.
—lamento las molestias —dijo Artemis en tono cortante.
—Oh, no digas eso. Eres mi cuñado, lo que te convierte en parte de mi familia; y entre familia, no hay necesidad de ser ceremoniosos —replicó Bailey con una sonrisa, y se giró para entrar en la casa.
«¡Maldita sea, me siento muy culpable! Si descubre que fui yo quien le robó tres billones de su cuenta, me arrojará a una celda para que me pudra ahí durante el resto de mi vida!» se dijo ella. Como es difícil caminar derecho para alguien que está abrumado por el peso de la culpa, no pasó mucho tiempo antes de que el agudo gemido de Bailey resonase por toda la casa.
—¡Argh! —gritó ella, pues su pierna izquierda pareció adquirir voluntad propia durante un instante para cruzarse en el camino de su pierna derecha, de modo que Bailey perdió el equilibrio y cayó hacia atrás cuan larga era.
«¡Mierda! ¿Y si mi nuca es lo primero que impacta contra el suelo? ¡Eso sería terrible!» se dijo ella mientras caía. Sin embargo y para su sorpresa, el temido impacto no llegó, sino que sintió cómo alguien tras ella la acogía en sus brazos. Un aura fría la envolvió al instante, al tiempo que sus pulmones se llenaron de un embriagador aroma masculino, mezclado con notas de menta fresca. Era un olor tan dulce e intenso, que una sola bocanada bastaba para que quien lo aspirase se sintiera borracho.
Artemis recibió estoicamente a la mujer en sus brazos, y la contempló con una mirada entre intensa y desdeñosa. «¡Lo sabía! Todas las mujeres son iguales. Tratan de hacerse las duras, pero luego recurren a cualquier truco para atraer la atención de un hombre».
Cuando Bailey vio el ceño fruncido de Artemis, sintió la imperiosa necesidad de explicarse.
—Lo siento mucho, señor Luther. No sé cómo, pero he tropezado con mis propios pies —dijo ella en tono de excusa.
Sin embargo, Artemis no pensaba comprarle aquella excusa barata, pues estaba convencido de que aquello había sido un astuto movimiento de Bailey para seducirle.
—Vaya, vaya, vaya. Jamás hubiera supuesto que la señora Bailey, de la ilustre familia Jefferson, sería una mujer tan lasciva. Se rumorea que hace ocho años te acostaste con un hombre a cambio de cinco millones. ¿Qué es lo que planeas en esta ocasión? —se burló Artemis, lo que provocó la ira instantánea de Bailey.
«Pero ¿qué es lo que dice este pedazo de mierda? ¡Yo no planeo nada en absoluto! De todas formas, ¿por qué demonios creyó lo que Rhonda le dijo sobre mí? Será uno de los hombres más ricos del mundo, pero se le da fatal leer a las personas» pensó ella, furiosa.
—Oh, debe estar bromeando, señor Luther. Me he enterado de que la tendencia en estos días es que los hombres se fuguen con las hermanas menores de sus esposas, no con las mayores. O quizás es que usted posee un concepto demasiado alto de sí mismo —bromeó Bailey, e intentó zafarse del abrazo de Artemis. Sin embargo, la mano de él se movió a velocidad de vértigo y la enlazó por la cintura.
—¿Así que no piensas admitirlo? Entonces dime, Bailey Jefferson, ¿cómo explicas que te hayas lanzado a mis brazos?
Bailey continuó luchando para escapar de su abrazo, pero fue en vano. «¿Qué demonios? ¡Prefiero caer al suelo que sobre él!» se dijo ella.
—Usted es alguien conocido, señor Luther. ¿A qué está jugando en este momento? —preguntó ella en tono gélido—. ¿Acaso no hay suficientes noticias sobre usted en Twitter? ¿Ha venido hasta mi casa para coquetear conmigo con tal de seguir siendo trending topic?
Era obvio que Bailey estaba tratando de molestar a Artemis; sin embargo, aquello no tuvo el menor efecto en un hombre tan calmado y sereno como él.
—Siempre me he preguntado por qué a mi hijo le gusta tanto estar pegado a usted, señora Bailey. No creo que se deba sólo a que es su tía, ¿verdad? Me parecería demasiado exagerado. Por ello, he decidido conocerte mejor, para así poder descubrir qué es lo que tanto le atrae de ti —dijo él con tranquilidad.
Bailey se quedó sin palabras durante un instante. «Entiendo que quiera acercarse más a mí, pero ¿por qué tiene que abrazarme tan fuerte?» se preguntó ella.
—En cuanto me sueltes, podremos hablar sobre esto tranquilamente.
Sin embargo, aquellas palabras no surtieron el efecto deseado, sino más bien el contrario: para horror de Bailey, Artemis estrechó aún más su abrazo.
—Sin embargo, yo creo que, cuanto menor sea la distancia entre nosotros, mejor podré conocerte. Dime, ¿estás usando al niño para acercarte a mí?
Los ojos de Bailey se abrieron como platos al escuchar esas palabras. «¡Mierda! ¿De dónde ha salido ese razonamiento tan extraño e ilógico? ¡Este tipo es un completo desvergonzado!» se dijo ella, perpleja.
Incapaz de soportar el comportamiento de Artemis un segundo más, Bailey de improviso se giró en sus brazos y lo siguiente que supieron es que estaban temblando mientras un cálido hormigueo recorría sus cuerpos. Lo que había ocurrido era que, al darse la vuelta, los labios rojos y delicados de Bailey habían rozado los de Artemis, provocando que oleadas de emoción amenazaran con ahogarles.
Un repentino jadeo se escuchó en ese instante, al tiempo que dos pequeñas cabezas se asomaban por la puerta del estudio.
—¡Madre mía! ¿Se acaban de besar? ¿No es así como empiezan las historias de mujeres que se fugan con sus cuñados más jóvenes?
Quien acababa de pronunciar esas palabras no era otro que Zayron, y Maxton se apresuró a darle la réplica.
—¡Son la pareja perfecta! ¡Un aplauso para ellos!
Una vez que pudo superar la turbación en la que se hallaba sumida, Bailey empujó a Artemis con todas sus fuerzas, y un ruido sordo resonó por todo el apartamento cuando ella le cerró la puerta en la cara. El sonido aún reverberaba en los oídos de la mujer cuando notó cómo las pulsaciones de su corazón se aceleraban, y no era para menos: el aura fría y el aroma de Artemis formaban una combinación embriagadora para Bailey. «¡No, debo resistir! ¡No puedo permitir que Artemis me seduzca, no cuando le he robado tres billones! Y, por encima de eso, ¡él se ha acostado con Rhonda!» se dijo ella.
—Chicos, ¿qué estáis mirando? ¿Acaso nunca habéis visto a un pervertido tratando de seducir a una mujer inocente? ¡Volved ahora mismo a la habitación, y olvidad cualquier cosa que hayáis creído ver! ¿Me habéis oído?
Ambos niños intercambiaron miradas mientras se rascaban la nariz con gesto azorado.
—Ése era tu padre, ¿no? —susurró Zayron.
Maxton, por otro lado, no cabía en su piel de alegría: no podía creer que su padre al fin le hubiera encontrado una madrastra, especialmente porque Bailey era la madre con la que siempre había soñado.
—Sí, así es. ¿No es alucinante que mi padre haya abrazado a tu madre? ¡Es un auténtico golpe de suerte! —replicó él, entusiasmado.
Sin embargo, Zayron puso los ojos en blanco al escucharle.
—Sin embargo, no deberías olvidar que tú ya tienes una madre biológica. No entiendo por qué peleas conmigo por la atención de mi madre, cuando puedes pasar tiempo con la tuya. ¿Todos los niños ricos son tan caprichosos como tú?
—¡Es que no es ni de lejos tan agradable como tu madre! Me gusta tanto Bailey, que no me importaría tenerla como madrastra —contestó Maxton, al tiempo que inflaba sus mejillas con gesto de enfado.
Mientras tanto Artemis, que permanecía en el exterior del condominio, miraba sin pestañear la puerta cerrada frente a él. «¡Maldita sea! ¿Me acaba de echar de su casa? No sólo es una mujer inculta, sino que además disfruta de andar seduciendo hombres. ¡Menuda buena para nada! Pensaba que dejar a Maxton con ella sería una opción segura para él, pero ¿quién imaginaría que le estaba metiendo en la boca del lobo? Lo más frustrante de todo es que a mi hijo le fascina tanto esa mujer, que hasta parece haber olvidado que yo soy su padre. ¡Joder! Si no fuese porque soy alguien educado y porque debo mantener las formas, ¡ese pequeño desagradecido habría tenido su justo castigo!» masculló Artemis.
¡Ding! En ese instante, las puertas del ascensor que había frente a él se abrieron, y dos mujeres vestidas a la última moda salieron de él. Ambas se hallaban tan enfrascadas en su animada charla, que no dieron muestras de detenerse tras salir del elevador.
—Carol, ¡estoy tan furiosa! El último rumor que he escuchado sobre Artemis Luther es que tiene un hijo ilegítimo. ¿Cómo es posible que, habiéndose acostado con tantas mujeres, aún no me haya tocado a mí? Si pasase una sola noche conmigo, estoy segura de que podría darle un hijo. ¿Quién sabe? ¡Tal vez eso me proyectaría hasta lo más alto de la escala social! —exclamó una de las mujeres.
—¿Por qué demonios querría Artemis Luther estar con una desconocida como tú? ¿Conoces acaso el patrimonio neto de ese hombre? Cuenta con una fortuna de trescientos cincuenta billones, lo que le convierte en el quinto hombre más rico del mundo. Incluso las mujeres más bellas y capaces de la Tierra deben inclinarse ante su presencia y estar siempre a su entera disposición. Pero nosotras… La verdad, creo que deberíamos dar un paso atrás, porque tenemos expectativas muy poco realistas. Además, la noche ya ha caído, es demasiado tarde para estar soñando despiertas.