Dentro de la unidad de cuidados intensivos, Felicity estaba sentada al lado de la cama sosteniendo el brazo de Max con una mano y acariciando su cara pálida con la otra.
―Mi pobre nieto… Eras tan vivaracho. ¿Qué hemos hecho para merecer semejante destino? —sollozó la mujer.
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