—Bailey… —gruñó Artemis con los dientes apretados. Pese a que no había alzado la voz, su tono recordaba al rugido bajo de un tigre al acecho, y la expresión de disgusto que había en su rostro sólo venía a confirmarlo. Entonces se inclinó y presionó sus labios contra los de ella—. Si vuelves a decir algo así de horrible, te aseguro que te daré una buena paliza.
Bailey se le quedó mirando y sus ojos comenzaron a brillar, hasta que al fin no pudo contener más sus emociones y estalló en sollozos.
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