Capítulo 672 Arrodillándose
Victoria abrió la boca pero no supo cómo decirle a Bailey lo que había visto en la entrada del hospital unos instantes antes, pues sabía que, aunque lo más posible es que Edmund sobreviviese, su vida estaba arruinada. Cualquier persona, y en especial un hombre, necesita caminar erguido y levantar la cabeza con orgullo ante el mundo; sin embargo, el heredero de los Chivers perdería la pierna, pues ésta había quedado por completo destrozada y ni siquiera las cirugías reconstructivas más punteras serían capaces de arreglar las lesiones que la bomba había causado.
Cuando Bailey se percató del silencio de la otra mujer, el corazón se le hundió en el pecho y sintió cómo la desesperación se apoderaba por completo de su mente. Un miedo frío se extendió por sus miembros y la heló hasta el alma, pese a que la calefacción del cuarto estaba encendida y el ambiente caldeado. Uno de los mayores temores de Bailey era que Edmund sacrificase su vida para protegerla, de modo que todo el tiempo se había sentido preocupada y ansiosa por sus acciones; ver ante sus ojos la confirmación de su miedo había sido una broma particularmente cruel del destino. La mujer sabía que, a partir del momento en que vio cómo Edmund perdía la vida, jamás volvería a conocer la paz ni de día ni de noche.
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