Caridee, sintiéndose injusta, luchó por incorporarse a pesar del dolor que sentía en el cuerpo. Cuando vio que Veikko se disponía a marcharse, alargó rápido la mano y le agarró del brazo con urgencia.
—Querido, ¿sigues enfadado? —le suplicó con voz desesperada—. Llevas más de una hora tratándome con tanta dureza.
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