El rostro encantador de Holden se ensombreció y sus ojos brillaban con frialdad. Normalmente, esa mirada suya era suficiente para para a cualquiera, porque Holden era un hombre con una influencia suficiente en la comunidad internacional y un pequeño gesto suyo era suficiente como para causar daños consiguientes. No todo el mundo era capaz de soportar su ira, pero Sebastian parecía no sentirse afectado.
―No esperes que eso funcione conmigo, ya que ni siquiera me has cuidado, viejo. Sólo que sepas que poner caras no me asusta —le retó el pequeño con una mueca desdeñosa.
Obtiene más cupones de libro que los de la appRecargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread