Bailey, aún en pijama, se apoyaba con actitud indolente contra el enorme ventanal panorámico que dominaba la habitación principal de la mansión de Artemis, cuando éste entró con una bolsa de plástico donde podía apreciarse el logo de una exclusiva firma de ropa femenina. Dejó la bolsa a un lado con gesto aparentemente casual, se dirigió a la cama y la abrazó por la espalda.
—¿Aún sigues dolorida? —susurró él, y Bailey arqueó una ceja.
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