Edmund lanzó una alegre carcajada por su actitud pudorosa.
—Si no hay nadie cerca, ¿me dejarás besarte? —le susurró él al oído. «¿Qué?» gritó la mujer dentro de su cabeza—. No te preocupes. No te presionaré —añadió Edmund, lo que dejó a Bailey sin palabras.
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