Aquellas palabras fueron como una aguja que pinchaba una y otra vez el corazón de Artemis; aunque no sentía ningún dolor, era una sensación insoportable de ahogo, como si alguien le estuviese tratando de estrangular. En ese momento, la temperatura de la habitación pareció volver a bajar de manera drástica. Justin no pudo contenerse y se tocó la punta de la nariz antes de hablar en voz baja.
—Ese chico no es hijo biológico de Edmund.
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