«Debía de ser una ilusión. Estaba claro que había muerto en mis brazos. ¿Cómo es posible que haya vuelto a la vida?La echo tanto de menos, por eso sigue apareciendo ante mis ojos, con su sonrisa tan radiante como una flor en flor».
En ese mismo instante, se dio cuenta de la profundidad de su amor por aquella chica. Cada ceño fruncido y cada sonrisa de ella estaban grabados en su carne y en su alma. El más mínimo movimiento le causaba un dolor parecido al de un músculo desgarrado o un hueso roto.
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