Se confesó una y otra vez, destrozando por completo la última pizca de esperanza de su corazón. Ni siquiera sabía con quién había estado aquella noche en su estado de confusión. Dijeron que había sido el primo de Sylvester, y todas las pruebas apuntaban hacia él. Ante las amenazas a su familia, se quedó sin palabras y sólo pudo tragarse las lágrimas y aceptar la culpa. A pesar de la ostentación de Sylvester, era despiadado hasta la médula.
Como heredero de la familia más prominente del Triángulo de Oro, fue educado y moldeado por sus mayores desde muy joven. Definitivamente, no era un hombre crédulo. Al preguntarle repetidamente y enfrentarse una y otra vez a la decepción, su corazón se entumeció por completo. La expresión de sus ojos cuando la miraba se volvió fría, y su trato hacia ella no podía describirse sino como despiadado.
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