—I...
Bailey quería hablar, pero sentía como si tuviera la garganta llena de algodón. Era incapaz de pronunciar una sola palabra. «En efecto, si no puedo darle a Edmund lo que desea, ¿qué derecho tengo a compadecerme de él? Mi compasión y mi angustia sólo conseguirán que se encapriche aún más de mí».
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