Incapaz de contener su rabia interior, Kurt hizo pedazos la pantalla de su teléfono. El afilado cristal se clavó en su carne, sacando gotas de sangre rojo oscuro.
—Ese vejestorio tiene lo que se merece. Es totalmente culpa suya. No merece la compasión de nadie. Es el resultado de haber abandonado a su mujer y a sus hijos en el pasado. Ahora ha vuelto a ser mordido por esa zorra con la que estaba obsesionado. Verdaderamente, los cielos son justos. Aunque esa mujer venenosa, Laila, no haga ningún movimiento, me aseguraré de que ese viejo desgraciado desee estar muerto y no tenga un final pacífico.
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