Era un hombre inmensamente carismático, que ocupaba una elevada posición de poder, bendecido tanto por su belleza como por su riqueza. Por encima de todo, sentía un profundo afecto y el máximo respeto por Caridee.
Astrid se sintió conmovida por tan profundo cariño, y ello encendió en ella unos celos feroces. Sin embargo, al darse cuenta de que era la propia Astrid la que florecía de alegría en su abrazo en aquel momento, y no Caridee, pareció otorgar una sensación de calma a su corazón. Si tuviera la oportunidad, sentiría un auténtico deseo de tenerlo para ella sola toda la vida. Esto era lo que Caridee le debía.
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