Artemis se encogió de hombros.
―No he podido persuadirla. Si tú puedes, adelante, inténtalo. Cuando alzo la voz aunque sea un poquito, ella me acusa de meterme con ella. No puedo soportar esas acusaciones. Ni siquiera me he casado con ella todavía, así que no me atrevo a ofenderla. Cuando empieza a llorar, me tiene perdido ―comentó Artemis.
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