Bailey la miró con desdén. Una mirada gélida e inexpresiva brilló en sus ojos.
—No soy una santa que te puede tolerar después de que me rajaras. Soy alguien que disfruta ver a otros sufrir mientras su júbilo se convierte en una decepción total. Desgraciadamente, tú acabas de convertirte en una de esas personas.
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