Los dedos de Artemis agarraron con más fuerza su copa de vino. Este asunto se había extendido demasiado tiempo y su paciencia había llegado al límite. Tendría que recurrir a otras medidas si seguían sin encontrar al artífice de todo. No iba a seguir perdiendo el tiempo esperando de esta manera. Había pasado mucho tiempo desde que vio a Bailey por última vez, así que la echaba mucho de menos. Sólo podía pensar en ella día y noche.
—¿Quién es? —preguntó en tono sombrío.
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