Michelle no dijo una palabra pero se quedó allí, bloqueando la puerta. Victoria se llevó la mano al vientre y le dirigió una mirada furibunda.
—Cada maldición que escucho me enfada más, y tanta ira no es sana para el bebé. ¿Asumirás las consecuencias si le pasa algo a nuestro hijo? —gruñó ella.
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