Él bajó la mirada y sus ojos cayeron sobre la enorme mancha sanguinolenta que se extendía por los pantalones de Bailey, y durante un instante se quedó conmocionado. A pesar de que no era padre, sabía lo que significaba un sangrado tan profuso en una mujer embarazada. «¡Joder!» gritó él para sus adentros.
Era muy probable que ella perdiera el hijo en su vientre, a tenor de la cantidad de sangre que se extendía bajo ella como una alfombra.
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