Agarrando su cintura dolorida, se reclinó contra la almohada con languidez y buscó su móvil con la mano. Cuando se conectó la llamada, sólo hicieron falta unas pocas palabras de la persona al otro lado del teléfono para hacerla espabilar por completo borrando su somnolencia.
―¿Le ha pasado algo a Sebastian?
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