Artemis regresó a la mansión Luther con Bailey y los tres niños. En cuanto entraron por la puerta, Caridee se acercó a ellos y tomó por el brazo a la mujer mientras le dedicaba una cálida sonrisa. Por su parte, Bailey estiró la mano y pellizcó con suavidad sus mejillas redondeadas.
—Me temo que tu recibimiento se quedará sin premio, porque hoy no te he traído ningún regalo —comentó Bailey al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa, y Caridee puso los ojos en blanco.
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