Zoey abrió los ojos como platos y se puso pálida al ver lo que aparecía reflejado en la pantalla. Un pensamiento afilado saltó a su mente, pese a que hizo todo lo posible por reprimirlo: «No, no puede ser. No es posible que el niño que Rhonda robó en aquel entonces sea en realidad el hijo de Bailey. ¡No puede ser!» gritó para sus adentros.
―Señorita Shurmer, tenga cuidado —exclamó un empleado que estaba junto a ella, al darse cuenta de que estaba a punto de precipitarse por las escaleras.
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