La palabra «dormidos», que Simon pronunció de manera casual, encendió de nuevo la ira en los ojos del patriarca.
—¡Bastardo! ¿Acaso piensas quedarte de brazos cruzados mientras Edmund se está desmoronando? —rugió el anciano. Simon hizo un mohín con los labios, pues la urgencia de revelarle a su abuelo la verdadera identidad de los hijos de Bailey crecía dentro de él a cada instante; sin embargo, jamás se atrevería a hacer algo así sin el permiso expreso de Artemis—. ¡De acuerdo! Ya que te niegas a hacerlo tú, yo mismo llamaré a tu hermano.
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