En el parking subterráneo del Hotel Century, Caridee y Rhonda se bajaron de una limusina Rolls-Royce. La joven llevaba el vestido que Bailey había diseñado para su mayoría de edad, de modo que lucía espectacularmente bella: el tono rosa pálido de la tela acentuaba su elegancia, a la par que la hacía parecer un lirio delicado e inocente. Su traje estaba destinado a atraer todas las miradas esa noche, y lo más probable era que convirtiese a Bailey en la Diseñadora Definitiva.
―Caridee, me temo que tengo que dejarte sola de momento. Mi amiga viene de camino y me ha pedido que la espere en el párking.
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