Rhonda, que estaba abierta de piernas y tendida sobre los arbustos aún, clavó las uñas en la tierra mientras echaba fuego por los ojos. «Debí haberme dado cuenta antes que ese pervertido asqueroso no desaprovecharía una oportunidad como ésta para utilizarme» se dijo ella con rabia.
―Bien, te haré caso. Dime lo que quieres que haga —dijo ella en voz baja.
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