«Este hombre debe estar loco. Dios sabe lo que hará si no tomo su tarjeta. ¿Por qué tengo la sensación de haber cavado mi propia tumba, en la cual me está enterrando Artemis con una sonrisa en los labios?» se preguntó la mujer para sus adentros.
―Dame la tarjeta —gruñó Bailey, y encajó la mandíbula con gesto de disgusto. Su reacción provocó que Artemis sonriese.
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