El agua que cayó en la cabeza de Bailey la despertó al instante, haciéndola volver en sí. Aturdida, se limpió los ríos de agua helada que corrían por su rostro y dirigió su atención hacia el apuesto hombre que estaba a su lado. Al contemplar sus profundos y oscuros ojos, un torbellino de ira se arremolinó en su interior y explotó en una lluvia de maldiciones al malinterpretar por completo la situación.
—Imbécil, bastardo, lujurioso, idiota desvergonzado...
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