Artemis apenas podía controlar los celos que desbordaban su pecho mientras contemplaba a aquella familia feliz a través de la pantalla. Cuando escuchó que Maxton se dirigía a ese bastardo de Edmund como «Papá Eddy» una y otra vez, sintió que estaba condenado a pudrirse en la más absoluta soledad.
Los celos y la amargura que sentía se intensificaron aún más cuando vio a aquella mujer, que acostumbraba a ser tan arisca, de pie junto a Edmund con actitud recatada, mientras permitía que él se diese el gusto de tomarla por la muñeca. En ese punto, el apuesto rostro de Artemis se tornó completamente sombrío. «¿Acaso no soy lo bastante bueno? Incluso si no soy tan atractivo, ¿qué pasa con mi enorme cuenta bancaria? ¿Por qué esa mujer no trata de seducirme, o al menos de llamar mi atención? ¡Maldita sea!» se lamentó Artemis sin despegar los ojos de la pantalla.
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